lunes, 29 de junio de 2009

Rumble Fish

Como el fin de semana ha destrozado más de una, y de dos, de mis neuronas, simplemente recomendar una muy buena película (basada en uno de mis libros preferidos de crío) que con su nick me recordó uno de mis lectores, ElChicoDeLaNoria.



¿Han pasado un buen fin de semana?

viernes, 26 de junio de 2009

La rebelión de las masas.

Y las masas se rebelaron... O eso dijo Ortega en un más que interesante ensayo.
Pero la rebelión duró poco.
Una vez que éstas accedieron al arte, a la cultura, a la política, a todos aquellos ámbitos que antes les eran ajenos, se acomodaron, ¿Cómo no hacerlo?, se sintieron plenamente integrados en esta sociedad de consumo que nos consume y rindieron las "armas".
Clase media-alta, clase media-baja. Todos ya uniformes en un status del que, por arriba o por abajo, sobresalen pocos.
Nos hemos realizado. Nos ha realizado una hipoteca a pagar en 30 años, un teléfono móvil de última generación, una televisión de LCD, un coche con climatizador bizonal y faros de xenon, un trabajo alienante (bendito Marx, ¿qué habríamos hecho sin ti?) y un ocio destructivo.
Estado del bienestar, lo llaman.
Progreso.
Y yo no puedo evitar, a veces, soltar una carcajada.
Sigamos engañándonos, pues no hay nada más cierto que la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

jueves, 25 de junio de 2009

Trazos

- ¿Sigues siendo mi puta? preguntó él.
- No. Nunca lo fui, respondió ella justo antes de partir.

La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino.
Paul Verlaine

miércoles, 24 de junio de 2009

Si yo fuese escritor...

Mi cuarto no es muy grande.
Apenas diez metros cuadrados. Una cama con uno de esos colchones terminados en atex cuyo precio es superior al salario mensual que percibo, dos mesillas (quizá algún día vuelva a estar ocupada la que sobra), un mueble de cajones que tendrá algún nombre que desconozco, un armario empotrado y un plasma, grande, coñas masculinas aparte.
Si yo fuese un verdadero escritor, si escribir se me diese bien, carecería de televisor, sería culto, estirado, y no leería nada que cualquiera pudiera entender sin usar diccionario.
Mis frases concordarían todas en tiempo y género, y mi oratoria sería durante años recordada por todos.
Las mujeres no tendrían secretos, ni ropa. Estarían, siempre complacientes, en mi cama.
El Whisky sería de Malta, con más años y solera que la de mi abuelo, ese señor elegante, que reposa, o medita como le gusta especificar a él, en un sillón destartalado, en una casa opaca y barroca de un buen barrio (en ciertos ambientes medianamente elitistas, buen es sinónimo de acomodado) de la capital de la mejor provincia.
Sabría inglés, francés, y posiblemente alemán.
Llevaría sombrero, bufanda, y gafas de pasta.
Adornaría mi cara con sendos gestos que mesaran la segura barba perfectamente recortada.
Discutiría en el café Gijón, o en cualquier otro, de política y economía, temas que ahora desconozco o desapruebo o me la traen al pairo.
Vería películas danesas, en versión original, y siendo osado, sin subtitular.
Escucharía música independiente sueca, e islandesa.
Pero por muy buen escritor que fuera, por mucho dominio de las lenguas, por mucha cultura adquirida, por muchos filósofos interpretados, nunca podría dejar de encender un cigarro, pedir una caña, y frente al mar, recordar mi pequeño santuario (tú eres mi santuario).

domingo, 21 de junio de 2009

Premisas metafísicas de resaca dominguera.

Me dijo "te quiero" antes de marcharse.
Nunca he sido hombre de despedidas, no me gustan las lágrimas, ni almacenar emociones que revienten en un instante concreto.
Susurré un "no te marches" inaudible, o así lo recuerdo, quizá no dije nada, y me perdí entre angostos pensamientos que diluyeron, no sé si voluntariamente, mi consciencia.

No creo en el amor. Ni en las novelas, ni en los poemas que un Dante cualquiera declame a su Beatriz idolatrada, exagerada por los impulsos sexuales que a todos nos mueven de mayor o menor manera.

Sí creo en la finitud de los momentos, en que todo termina, principio-final como nuestra máxima dicotomia.
Absurda paradoja existencial.
Rídicula, grotesca, irónica, satírica...
Y si algún día fui Augusto Pérez, rebelándome al autor del guión que me gobierna, hoy, sumiso, acepto, acato, las condiciones de mi creador mientras voy retomando las fuerzas.

viernes, 19 de junio de 2009

El suicidio perfecto.

La idea del suicido siempre le sedujo.
Era un romántico a la antigua usanza. Un Werther cualquiera exaltado de pasiones, consciente de que su vida no podría, necesariamente, ser muy larga.
Pero, ¿qué método sería el más apropiado para llevar a cabo tan delicada tarea?, descartó de antemano dejar desangrar su cuerpo en una bañera, atiborrado de barbitúricos, la muerte más dulce cuentan, pero siempre le acongojó la sangre.
¿Volarse la tapa de los sesos? Fulminante, desde luego, aunque... ¿De dónde sacar un arma?, del mercado negro, sí, claro, ¿Y dónde coño está el mercado negro? ¿Sabrá indicármelo un GPS?
El puente, saltar al vacio, qué hermosa metáfora, pero con estos vértigos...
Una soga al cuello... ¿Será verdad eso que reza la canción de que "todos los ahorcados mueren empalmados"? No quiero que sea esa la última imagen que tengas de mí, porque serás tú la que me encuentres, serás tú quizá la única que me llore.
¿Beber todo lo que encuentre bajo el fregadero? , le tengo tanto miedo al dolor...
¿Atropello, gas, fuego, agua?
Es tarde ya, y el cerebro ralentizado, demanda reposo.
Dormir, intentar dormir esta noche, mañana la luz del día le dará perspectivas nuevas, y ese día sí, encontará el suicidio perfecto.


"Siempre es consolador pensar en el suicidio: de este modo se puede sobrellevar más de una mala noche." F. Nietzsche

miércoles, 17 de junio de 2009

Personas, esbozo.

Javier era un tipo corriente, vulgar, zafio.
Su oronda figura, protagonista de movimientos descompasados, de sudor fácil, y con una natural tendencia a enrojecer ante cualquier esfuerzo.
Su mediocre existencia no reñía sin embargo con una extraña costumbre, que cada noche le inducía a coger, ataviado con unos ropajes, extraños para su condición de hombre, un autobús que le dejaba a las afueras de esa gris y vetusta, más aún que él, ciudad que hacía tantos años le cobijaba.
María, mujer de mediana edad, obsesiva, ordenada, y con una mínima psicosis que, en cierta forma, le impedía socializar de manera saludable. A pesar de su incapacidad empática, y del aislamiento voluntario en el que transcurrían sus días nunca se había sentido sola. Probablemente no fue jamás consciente de qué significaba estar viva.
Álvaro, sufridor pasivo, paciente, pausado, sosteniendo el peso del mundo, a pesar de la insignificancia del personaje para éste, sobre sus hombros, caídos de tanto impúdico sacrificio, de tanta vacua lucha, con un rostro ajado, surcado por mil, o dos mil mares, vencido, derrotado.
Los tres, en diferentes etapas de mi vida, me hicieron la misma pregunta:
¿Qué es la felicidad?
No supe contestar. Me dio vergüenza.

martes, 16 de junio de 2009

¿Dirías mi nombre...?

Desde mi extrema ignorancia, y en la imposibilidad de expresar lo que querría, dejo que otros lo hagan por mí.
Yo no sería yo sin la música.



No quiero pensar porque no quiero que el dolor del corazón se una al dolor del pensamiento.

Emilio Castelar (1832-1899) Político español.

lunes, 15 de junio de 2009

La teoría de los polos.

Existe una verdad física sobre el magnetismo que afirma la atracción de los polos opuestos.
Ésto, extrapolado a la vida cotidiana nos podría llevar a pensar que nuestra pareja perfecta, sabiendo de antemano que la perfección no existe, es aquella cuya distancia es máxima con respecto a uno mismo.
Pero, de forma empírica, que son ya unos cuantos mis años, y una cuantas las parejas que han pasado por mi vida, ésta me ha demostrado que la atracción no sustenta una relación. Hay que tener ciertas similitudes que permitan compartir momentos, que faciliten el buen conversar, que ayuden, en resumen, a comprender al otro.
Lo diferente, lo opuesto, fascina, atrae, ¿Quién no ha querido alguna vez ser quien no es?, pero rara vez complementa.
Incluso en la práctica del sexo es fundamental la similitud de gustos. La plenitud sexual, como la de cualquier otro aspecto de las relaciones afectivas, determina en un alto grado, el éxito de ésta....
Pero, ¿Dónde reside el éxito de una pareja, en la duración o en la intensidad de lo vivido?

sábado, 6 de junio de 2009

Viernes noche.

Un whisky más. Una raya. Tengo que dejarlo. Y la rubia del fondo que no me quita ojo.
Me hago esperar, sopeso, calculo, tendrá unos veinticinco años, buen cuerpo, y una estúpida sonrisa que me augura un amanecer sin problemas, en calma.
Será una más, una muesca imaginaria en la culata de mis noches.
Follar me sustenta, como al vampiro la sangre. Ver el deseo en las pupilas que me contemplan. Intuir los gemidos que llegarán más tarde, y después de una dura lucha, de una cruenta batalla, estallar y vacio, exhausto, encender un cigarro, inhalar el humo más allá de los pulmones, y respirar. Respirar de verdad.
Sonrío, la rubia me mira, me acerco, despliego las armas, y al final (que fue al principio, un principio no reconocido, un pueril pudor casi adolescente) accede a venir a casa.

Y la soledad sonora que también nos acompaña.

viernes, 5 de junio de 2009

Persiguiendo castillos.

No sé si es común al resto de mortales la fascinación por observar a los transeúntes, pero ayer, al salir del trabajo, me senté en un destartalado banco, encendí un cigarro, y miré a la gente pasar.
Quienes dicen que la cara es el espejo del alma es que aún no ha aprendido a interpretar. Son muchas cañas solitarias en terracitas de verano, muchos paseos sin destino, y ya unos cuantos años ejerciendo de "mirón" casi casi cualificado, para saber que son las manos las que verdaderamente hablan de nosotros.
Manos inquietas, nerviosas, manos calmas, manos duras, blandas, amaneradas, elegantes, estilizadas, sensibles, cobardes, trabajadas...
Y es ahora, ahora que dejé de estar cuerdo, cuando cobran, para mí, esos apéndices, mayor importancia. Quizá porque ya no miro igual que miraba, quizá porque lo que quiero a estas alturas de la vida, de mi vida, es una mano que me acaricie y no una cara.

jueves, 4 de junio de 2009

¿Cómo llegué hasta aquí?

No sé qué se puede esperar, si cabe esperar algo, de la humanidad. Es un concepto tan amplio y abstracto que me cuesta pensar esa idea global, similar a lo que me sucede, por ejemplo, con el término infinito. Pero lo que más me inquieta, por preocupante, es que tampoco sé, ni me aproximo, qué esperar de aquellos que me rodean. que aún formando parte de la totalidad del cosmos, del universo, los siento más cercanos, más fáciles, más asequibles, más nítidos.
Hubo de haber en mi vida un punto de inflexión en el que dejé de ser un niño, o un joven, o un hombre normal, para convertirme en un estúpido. Pero no lo recuerdo. Le supongo trascendencia al detonante que dio paso a esta absurda metamorfosis, y busco en mis recuerdos, oteo las imágenes que me conforman, y no hallo el instante preciso. Soy estúpido, ¿qué esperaba?, no puede, para mí, ser sencillo.
Y doy palos de ciego, y me estrello una y otra vez contra el puto suelo, que no debe ser tan duro, pues no estoy muerto, pero tampoco blando, puesto que tampoco estoy cuerdo.

Y mientras, miro sorprendido al mundo.

Presentación

Hago acto puro de contrición y me declaro estúpido.
A partir de ésto, no puedo, ni debo, hacerme responsable de todo aquello cuanto escriba.