viernes, 19 de junio de 2009

El suicidio perfecto.

La idea del suicido siempre le sedujo.
Era un romántico a la antigua usanza. Un Werther cualquiera exaltado de pasiones, consciente de que su vida no podría, necesariamente, ser muy larga.
Pero, ¿qué método sería el más apropiado para llevar a cabo tan delicada tarea?, descartó de antemano dejar desangrar su cuerpo en una bañera, atiborrado de barbitúricos, la muerte más dulce cuentan, pero siempre le acongojó la sangre.
¿Volarse la tapa de los sesos? Fulminante, desde luego, aunque... ¿De dónde sacar un arma?, del mercado negro, sí, claro, ¿Y dónde coño está el mercado negro? ¿Sabrá indicármelo un GPS?
El puente, saltar al vacio, qué hermosa metáfora, pero con estos vértigos...
Una soga al cuello... ¿Será verdad eso que reza la canción de que "todos los ahorcados mueren empalmados"? No quiero que sea esa la última imagen que tengas de mí, porque serás tú la que me encuentres, serás tú quizá la única que me llore.
¿Beber todo lo que encuentre bajo el fregadero? , le tengo tanto miedo al dolor...
¿Atropello, gas, fuego, agua?
Es tarde ya, y el cerebro ralentizado, demanda reposo.
Dormir, intentar dormir esta noche, mañana la luz del día le dará perspectivas nuevas, y ese día sí, encontará el suicidio perfecto.


"Siempre es consolador pensar en el suicidio: de este modo se puede sobrellevar más de una mala noche." F. Nietzsche

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