jueves, 30 de julio de 2009

Acto valiente de un cobarde.

Siempre le he tenido miedo a la muerte.
Quizá nos pase un poco a todos.
No creo en Dios, no veo un camino más allá de la putrefacción de mi cadáver y los gusanos que quieran roerme. Que les aproveche.
No creo en el alma, así que tampoco ésta saldrá de mi cuerpo y podré contemplarme mientras me dirija a la luz.
No sé si hoy, mañana o dentro de 40 años esto habrá terminado.
No estoy orgulloso de mí. Tampoco lo estará nadie. No saldré en las enciclopedias, ni formaré parte de los libros de Historia de futuras generaciones de alumnos. Tampoco importa, no habría de enterarme.

Pero un día te hice sonreir.

Y con toda seguridad será ese mi último recuerdo.

¿Cuál será el tuyo?

lunes, 13 de julio de 2009

Girando como una noria.

Me encuentro ahora en el mismo punto en el que me encontraba hace unos meses. Girando, en una espiral de sentimientos, odios, rencores y vértigo, mucho vértigo.
Quizá Nietzsche tiene razón y somos producto de eso que él llamó eterno retorno. Quizá el tiempo no sea uniforme, sino circular y el destino, aunque no esté escrito, sí ha sido ya vivido.
Puede, entonces, que algún día volvamos a encontrarnos, tú y yo, en un paseo casual, en cualquier ciudad española de esas que una vez visitamos cogidos de la mano. Tropezaré contigo al salir de un garito, con más alcohol que sangre en las venas, murmuraré una disculpa, sin haberme percatado de que eres tú, y cuando lo haga, cuando levante los ojos, y vea esos inmensos lagos azules tuyos, echaré a correr, como alma que lleva el diablo, hasta que pueda escupir los pulmones por la boca, y es que te temo, en grado absoluto, porque éramos uno, y desde que te fuiste, ya sólo soy medio.

miércoles, 8 de julio de 2009

Olvidando, que es gerundio

Yo olvido
Tú olvidas
Él olvida
Nosotros olvidamos
Vosotros olvidáis
Ellos olvidan

Qué sencillo es a veces conjugar un verbo!


Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo.
Ramón Gómez de la Serna.

lunes, 6 de julio de 2009

Pesadillas de una noche de verano

Tengo, de forma recurrente, una pesadilla que hace de muchas de mis noches, una amarga experiencia.
Estoy en un almacén, una nave industrial de dimensiones considerables. No hay mucha luz, (apenas tres fluorescentes encendidos, parpadeando inconexos), pero sí la suficiente como para, al fondo, distinguir varías máquinas, oxidadas por la falta de uso, de atención.
A mi derecha, un par de carcomidas mesas con un ordenador portátil en cada una de ellas, en lo que entiendo sería el antiguo despacho.
A mi izquierda, enormes palets apilados, cajas y cajas cuyo contenido desconozco, y no me atrevo, en ningún momento, a descubrir.
Camino sabiendo que mis pasos, apenas perceptibles, no tienen rumbo cierto, ni tan siquiera intención. Noto cómo las gotas de sudor resbalan intrépidas por mi mejilla. La sensación de que alguien me vigila es constante, y aunque son varias la veces que me giro, no detecto presencia (¿física?) alguna.
El pánico empieza a dominarme. ¿Qué hago aquí? ¿Quién me observa? ¿Por qué estoy tan asustado?
La puerta... No hay puerta. Tampoco ventanas.
No puede ser, ¿cómo he podido entrar?, carece de toda lógica.
¿Quizá una trampilla? pero una trampilla, ¿dónde?
Respirar es cada vez más difícil, y el corazón bombea mi sangre a un ritmo trepidante. Estallará. Estoy convencido de que estallará.
Un ensordecedor ruido sacude la estancia, similar al que produce un avión al romper la barrera del sonido.
Es el despertador. Era un maldito sueño. Otra vez esa puta pesadilla que me ronda.
Es Lunes. Encima Lunes. Me espera una dura semana.
Y un infantil miedo a quedarme dormido y soñar, soñar de nuevo.

viernes, 3 de julio de 2009

Puta fortuna

La última vez que jugué al póker, al Holdem tan de moda, perdí mi resto en un farol.
No suelo ser jugador sin cartas, pero quise, por una vez, tantear la suerte para ver de parte de quién se ponía.
No creo en el azar porque el azar jamás creyó en mí.
Cuestión de probabilidad dicen los que entienden algo de esto.
Si de diez veces que cruce un puente, sólo me voy a caer una, pero resulta que esa una es la primera vez en la que lo atravieso, ¿de qué me sirve la estadística?

El azar es el seudónimo de Dios cuando no quiere firmar.
Anatole France

miércoles, 1 de julio de 2009

Pasando filosóficamente el rato

Decía Descartes, en su Discurso del Método, que todo proceso de conocimiento ha de pasar, al menos por cuatro puntos fundamentales:
1. Evidencia «No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era: es decir, evitar con todo cuidado la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ocasión alguna para ponerlo en duda»
2. Análisis «Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como requiriese para resolverlas mejor»
3. Síntesis «El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos, suponiendo incluso un orden entre los que se preceden naturalmente unos a otros»
4. Comprobación «Y el último, en realizar en todo unos recuentos tan completos y unas revisiones tan generales que pudiese estar seguro de no omitir nada»

La visión del hombre como "res cogitans" capaz, por sí mismo, de conocer la "verdad", choca frontalmente con mi "filosofía", entrecomillado pues no soy tan pretencioso, de vida.
Descarto la verdad como término absoluto, como idea máxima a alcanzar, y desconfío de la capacidad cerebral, en cuanto que limitada, de comprensión real de aquello cuanto nos envuelve, puesto que hay mucho que se nos escapa, y por más que la ciencia avance, que ampliemos nuestros conocimientos, empíricos o teóricos, sobre lo que nos rodea, la metafísica seguirá con sus eternas dudas. ¿O acaso se ha avanzado demasiado en este campo desde Aristóteles?
La afirmacion de Dios, tal que "res infinita" necesaria, sería una posible respuesta, que aun así no soluciona las dudas, sino que las extrapola del hombre a otro "ser", que no se cuestiona, que no cuestionamos.
Y es por la trascendencia que creemos, anhelamos o necesitamos tener, por la que tantas y tantas vueltas se da a la tan trillada, ¿o debiera decir existencialista? pregunta ¿Qué significado tiene la vida? Y yo les aseguro que por el mero hecho de que tengamos la capacidad de cuestionarnos ese interrogante, eso no significa que tenga que haber una respuesta.
Nada, quizá la vida significa nada.